Narran habitantes de Santiago terror vivido por incendio
SANTIAGO, NUEVO LEÓN.- Imágenes que Arteaga recuerda bien desde hace un año, las llamas rodeando lo que alguna vez tenía un tono verdoso, ahora adía en colores amarillos, naranjas y azules; estas mismas escenas las vivió el pueblo de Potrero Redondo, en Nuevo León.
El fuego que descendía de noche por la Sierra de Santiago era algo nunca antes visto por los habitantes del ejido antes en mención, una pequeña comunidad de apenas 70 familias que viven principalmente del turismo en la montaña.
Conforme el incendio avanzaba, crecía el ruido que hacía el crujido de los árboles, los pobladores sentían estar cerca del infierno, descripción que apostamos, es la más cercana a la realidad.
Fue el pasado viernes 25 de marzo, cuando parte de la población decidió huir de sus hograres, solamente con algunas pertenencias y documentos importantes, pues era vital poner sus vidas a salvo.
Algunas familias se fueron voluntariamente, otras se resistieron a huir, pero finalmente fueron desalojadas por las autoridades, ante el peligro inminente del fuego.
Los hombres del poblado se quedaron a defender sus casas, sus huertos y sus animales, pese al peligro que representaba enfrentarse al incendio más grande que se ha desatado en décadas en esa parte de la sierra.
Un reportero y un fotógrafo de un medio nacional de Nuevo León, estuvieron 24 horas con ellos para documentar su trabajo y recopilar sus testimonios, mientras las llamas eran intensas y generaban un calor insoportable.
José Juan Hernández, de 34 años, fue uno de los pobladores que decidió quedarse.
Se despidió de su esposa y de sus hijos de apenas 8 y 2 años de edad, para subir a la montaña por brechas y luchar contra el avance de las llamas.
“Estando aquí se siente miedo de lo que pueda suceder”, confesó José Juan, “nosotros nos tuvimos que quedar, todos los hombres del ejido estamos aquí, nada más las familias se fueron para poder trabajar.
“Los extrañamos”, señaló sin dejar de trabajar para contener el fuego, “sabemos que ellos también nos extrañan a nosotros, pero estamos aquí por el bien de la comunidad”.
También Mauricio Garza, un empresario dedicado al turismo, se quedó para proteger su propiedad.
“Nos quedamos todos los del poblado para cuidar lo nuestro”, resaltó, “todos los días hemos estado vigilando que no se extienda para Potrero”.
Con un marcado acento norteño y sin dejar su azadón, Abel Ramos Beltrán dijo que nunca había estado combatiendo un incendio forestal tan amenazante.
“Ya nos había tocado otras veces ayudar en incendios”, aseguró, “pero éste es el más bravo, el más fuerte.
“Tenemos una semana trabajando aquí. Nos levantamos a las 6 de la mañana y jalamos hasta las 11, 12 de la noche”, relató.
“Es triste ver cómo se nos acaba el bosque. Aquí nacimos. Mi jefa tiene 88 años y aquí nació”.
Conforme avanzaba el fuego, los habitantes de Potrero Redondo pedían ayuda por radio a otras comunidades y en pocas horas se armó un ejército de pobladores armados con machetes y azadones.
A unos dos kilómetros más abajo de la montaña, doña Hilda Gutiérrez, una de las mujeres que permaneció en el poblado, preparó alimento para llevarlo a los voluntarios todos los días.
“Mis dos hijos se fueron a ayudar”, contó la mujer, “uno tiene 16 y el otro 19, también mi esposo fue arriba.
“No estaba a gusto sabiendo que están allá, no dormía, es como si yo estuviera con ellos allá”.
Durante casi dos semanas, los pobladores han estado combatiendo el fuego día y noche, y su trabajo ha sido fundamental para que el siniestro esté controlado en un 90 por ciento, según el corte de ayer.
Como dicen, el alma les volvió al cuerpo, cuando se enteraron del actuar del avión DC-10, el cual fue contratado por los Gobiernos de Coahuila y Nuevo León.
Con información de con información de Uriel Vélez, Periódico EL Norte.