Canto de Andrea Bocelli, un lenguaje universal
El tenor italiano, Andrea Bocelli, hizo del Campo Marte un espacio de inclusión para la música, la ópera y el pop en un solo concierto, también para personas con discapacidad visual. Contó con Carolina Ross, Susana Zabaleta y la soprano María Aleida, como invitadas
Los oídos de más de 200 personas con discapacidad visual se abrieron para escuchar la voz del tenor italiano Andrea Bocelli en el Campo Marte. Las sonrisas en los rostros se dibujaron desde el primer sonido y, a pesar del frío de la noche en la Ciudad de México, se hizo latente la conexión ante el lenguaje universal que ofrece el arte de la música.
Como parte de la iniciativa Asientos para todos, de las empresas FunTicket y MusicVibe, que visibiliza a que las personas con discapacidad visual tengan acceso al entretenimiento, como cualquier otra, Andrea Bocelli hizo de su concierto un espacio inclusivo, que abrió los sentidos de todos los ahí presentes, las nueve mil personas que acudieron a ser partícipes de una experiencia única.
El Coro del Desierto y la Orquesta Filarmónica del Desierto se instalaron minutos antes de las 20:30 horas, con el director de orquesta estadunidense Eugene Kohn a la cabeza. Cinco minutos después inició la ópera Carmen, del francés Georges Bizet, con el Coro de los Toreadores.
Andrea Bocelli arribó a escena del brazo del director e interpretó de inmediato el aria La Donna É Mobile, de Rigoletto, seguida de Di Quella Pira, de la ópera Il Trovatore, del italiano Giuseppe Verdi.
La ovación de los asistentes se dejó escuchar, primero discreta y luego enfática, por los gritos de emoción provenientes de entre las sillas instaladas en el césped.
Con imágenes de paisajes y arquitectura proyectadas en las tres pantallas expuestas frente al escenario y teniendo a la Ciudad de México detrás suyo, con sus altos edificios de la zona hotelera de Polanco bien iluminados, el Campo Marte se convirtió en un recinto amable para la ópera.
Bocelli, en un breve descanso, dio paso a la soprano María Aleida para cantar en solitario Me llaman la primorosa, de la zarzuela El barbero de Sevilla.
El tenor regresó a escena arropado por una bailarina, que con su danza, acompañó su voz en Come Un Bel Dì Di Maggio, de la ópera Andrea Chénier.
María Aleida regresó para acompañar a Bocelli en Vicino A Te S’Acqueta, de la misma ópera, que el tenor selló con un beso a la soprano, como parte dramática de su interpretación.
El concierto cedió el turno al flautista italiano Andrea Griminelli, músico invitado para interpretar con su instrumento el baile popular húngaro Czardas.
La sola presencia de Bocelli despertó en el público los aplausos en cada aparición. Otros, desfasados, venían segundos después de los lugares para las personas de la iniciativa Asientos para todos.
La primera parte del concierto finalizó con el canto de Andrea Bocelli y María Aleida con O Soave Fanciulla, de la ópera La Bohéme, de Giacomo Puccini, y Brindisi, dúo de La Traviata, en la que ambos cantantes no sólo alzaron sus voces con espectacularidad, sino que bailaron juntos y fueron gratamente ovacionados.
DE VUELTA
Tras un intermedio de 20 minutos, el concierto dio un giro en su sonido.
Esta vez, con Natanael Espinoza como director de orquesta, Adiós, Nonino, del argentino Astor Piazzola, dio paso a la danza del tango, que pareció hacer a un lado el frío por el calor pasional de la coreografía de los bailarines Brittany O’Connor y Paul Barris.
El director de orquesta Eugene Kohn regresó a escena con Andrea Bocelli, mientras el reloj marcó las 21:45 horas y el termómetro 17 grados centígrados.
Ataviado en un elegante traje negro, el tenor cantó en solitario Adiós, vida de mi vida, de la zarzuela Maravilla, de Federico Moreno Torroba, y en seguida transportó a los asistentes al Campo Marte a otro campo lleno de flores con Amapola, de José María Lacalle.
Granada, del compositor mexicano Agustín Lara, se alzó en su voz, mientras los bailarines hicieron un viaje hasta aquella tierra con su espectacular danza. Sin duda, uno de los temas del repertorio más aplaudidos de la velada.
El flautista Andrea Griminelli evocó con sus notas la sentida historia del trabajo de quienes forjaron la civilización con American Themes, del compositor italiano Ennio Morricone, quien fuera creador de las bandas sonoras de más de 500 películas.
El instrumentista se quedó con Bocelli en Funiculí, Funiculá, de Luigi Denza, que conmemoró la apertura del primer funicular, un tipo especial de ferrocarril que subía grandes pendientes, del Monte Vesubio.
Con O, Sole Mío, la canción napolitana de 1898 con letra de Giovanni Capurro y música de Eduardo di Capua, la soprano María Aleida acompañó al tenor y ambos emocionaron al público al recordar en una imagen al tenor italiano Luciano Pavarotti (1935-2007).
La invitada pop de la noche llegó: la mexicana originaria de Culiacán, Sinaloa, Carolina Ross. En solitario interpretó En cambio no, para después cantar junto a Bocelli, ella en español y él en italiano, Vivo Per Lei. Y la noche explotó en aplausos, en coros de la gente y celulares encendidos.
El concierto cerró con Canto Della Terra, en ambas voces y con imágenes de paisajes de la naturaleza que evocaron la belleza del planeta Tierra.
Y aunque todo el talento dio las gracias, el público en México solicitó una canción más y Andrea Bocelli accedió. Con María Aleida de nuevo, se quedó para alzar la voz Con Te Partirò, mientras todos los asistentes quedaron sorprendidos gratamente por un concierto de tal fineza y generosidad.
Y cuando pareció que todo había terminado, la cantante mexicana Susana Zabaleta fue la gran sorpresa a las 22:30 horas. Así ambos cantaron y bailaron Bésame mucho, de Consuelito Velázquez.
La prolongada despedida finalmente dio punto final con Nessun Dorma, el aria del acto final de la ópera Turandot, de Giacomo Puccini, en la inagotable voz de Andrea Bocelli, de 64 años, con su World Tour, que puso de pie en una gran ovación a los asistentes al Campo Marte.