Cuenca Pérmica, el remoto lugar de EU que vive un nuevo boom con la explosión de los precios del petróleo
En un vasto paraje remoto entre Nuevo México y Texas, asolado por frecuentes tormentas de arena, con rojizos atardeceres y el calor sofocante del desierto, se encuentra la mayor reserva energética natural de EE.UU. y una de las mayores del planeta.
Fue gracias a su explotación que EE.UU. logró convertirse en el mayor productor de petróleo del mundo.
Sin embargo, la Cuenca Pérmica, una zona de 220.000 kilómetros cuadrados en el sudoeste de Norteamérica, vivía un ocaso inesperado.
El año pasado, la pandemia de coronavirus hundió los precios del mercado energético y las labores de extracción cayeron abruptamente.
Sin embargo, ahora, con el barril de petróleo rondando los US$80 -y subiendo- la Cuenca vive lo que medios de Estados Unidos han descrito como un nuevo «boom», hasta punto que varias firmas de análisis creen que regresará a los niveles de producción pre-pandemia en las próximas semanas.
«Hace un año y medio todo estaba por el piso. Ahora el mismo tráfico en las carreteras te muestra que hay trabajo de nuevo», le dice a BBC Mundo Fernando Acosta, un cubano que trabaja en en la Cuenca Pérmica manejando un camión cisterna.
El nuevo auge ha estado impulsado principalmente por empresas privadas más pequeñas, mientras grandes firmas como Shell, han vendido sus parcelas, una señal que los expertos ven como indicativa de los altos precios a los que ahora se puede vender esos terrenos.
Para muchos, ha sido un nuevo renacer similar al que vivió la región hace más de una década, cuando la perforación de esquisto comenzó a hacer autosuficiente el mercado energético de EE.UU.
La Cuenca Pérmica
La Cuenca Pérmica es llamada así porque está formada por uno de los depósitos de rocas más gruesos del mundo del período geológico pérmico (comenzó hace unos 299 millones de años y acabó hace unos 251 millones de años).
Mucho tiempo antes, un vasto mar prehistórico depositó allí rico material orgánico durante millones de años para formar no solo una de las estructuras de hidrocarburos más densas del mundo, sino también grandes reservas de sales de potasio, sal de roca y otros minerales.
Pero fueron las reservas de crudo las que hicieron que Texas viviera un boom económico durante todo el siglo XX.
Los pozos tradicionales, sin embargo, fueron madurando y para final de siglo, la Cuenca vivió otro periodo de crisis.
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Según explica el profesor Jorge Piñón, experto en temas energéticos de la Universidad de Texas (EE.UU.), en su interior se encontraban también reservas energéticas en otras formas.
«Las formaciones geológicas no convencionales -como se llama esa categoría de formaciones geológicas que son las lutitas, el esquisto, las pizarras bituminosas- es petróleo que se encuentra dentro de fisuras dentro de la roca y la única forma de extraerlo es fracturando la roca. Tienes que romper la roca y extraer ese líquido», le explica a BBC Mundo.
De acuerdo con el académico, este tipo de formaciones geológicas se conocían desde hace siglos, pero había dos problemas: el precio del petróleo no era suficiente alto para justificar la rentabilidad de explotar esas formaciones y no había las tecnologías adecuadas para su exploración.
Sin embargo, la entrada de los 2000 disparó nuevamente los precios del petróleo y muchas grandes empresas vieron en las formaciones geológicas no convencionales una nueva forma de producir petróleo y gas natural.
Se comenzaron entonces a implementar nuevas técnicas, como el fracking, con la que se fractura la roca con agua a presión para extraer los combustibles.
La propia composición geológica del terreno permitió además extraer el petróleo de esquisto con la perforación de un único pozo.
La nueva fórmula que transformó la vieja zona de explotación petrolera tradicional, sin embargo, no estuvo exenta de polémica y desde hace años oragnizaciones medioambientales denuncian la enorme contaminación que se produce en la cuenca y la gran cantidad de agua que se necesita para el fracking, pese a que la técnica haya mejorado.
En 2018, el Servicio Geológico de EE.UU. estimó que la cuenca de Delaware, en el oeste de Texas y el sur de Nuevo México tenía un potencial para producir 46.300 millones de barriles de petróleo y unos 281 billones de pies cúbicos de gas natural.
Actualmente, más del 70% de la producción petrolera en Estados Unidos viene de pozos no convencionales y casi 40% de ese total proviene de la Cuenca Pérmica (de donde sale también más 15% de gas natural que se produce en el país), según datos del Banco de la Reserva Federal de Dallas.
El éxito de EE.UU.
De acuerdo Piñón, aunque otros países también tienen formaciones rocosas no convencionales que permitirían una producción energética mayor, Estados Unidos -y la Cuenca Pérmica- han logrado una gran producción por un factor sociopolítico que va más allá de los mismos recursos energéticos.
«En el fondo, lo que ha permitido este desarrollo de la producción es que Estados Unidos es probablemente el único lugar en mundo, con contadas excepciones, donde el derecho mineral es de los dueños del terreno y no del Estado», dice.
Esto, según Piñón, ha facilitado las cosas, frenado la burocracia y haciendo más efectivos los procesos de producción.
Sin embargo, la explotación de la Cuenca no ha estado exenta de polémica.
Al ser uno de los campos de exploración petrolera del mundo ha sido también uno de los que más contaminantes produce.
Según reportes de agencias ambientales, los niveles de metano que se expulsan desde allí a la atmósfera también han vuelto a los niveles anteriores a la pandemia, uno de los más altos de todo el mundo.
Datos de la la ONG Enviromental Defense Fund indican que cada año se filtran desde la Cuenca alrededor 1,4 millones de toneladas métricas de metano, lo que sería suficiente gas para satisfacer las necesidades anuales de gas de casi 2 millones de hogares.
Esto, según el reporte, implica que su daño ambiental triplica el impacto de quemar el gas que se produce allí en un lapso de 20 años.
Y aunque se han mejorado los métodos para el reciclaje del agua que se inyecta en la roca con el fracking, los grupos ambientalistas han advertido que con esta técnica se contamina el agua subterránea con los productos químicos, lo que puede afectar a numerosas comunidades en el oeste de Estados Unidos.
Varios de los lugares donde hoy se encuentran los pozos son considerados territorios sagrados por algunas tribus estadounidenses, que han visto llegar a lo largo de los años miles de personas a las cercanías de sus reservas para trabajar en la industria petrolera.
No son los únicos.
La llegada de numerosos trabajadores al área ha puesto en aprietos también a numerosas comunidades locales, que cuentan con números limitados de hospitales o infraestructuras para acoger a un número creciente de habitantes.
Todo esto ha hecho que el futuro de la Cuenca Pérmica se haya vuelto un dolor de cabeza tanto para las autoridades locales como para las federales.
Y más durante el actual gobierno, que aboga por implementar mayores medidas ambientales.
Sin embargo, expertos como Piñón creen que, más allá de las regulaciones, será difícil poner coto a la producción de la Cuenca, pese a los cambios en un futuro cercano que ya muchos prevén para el sector energético.
«La descarbonización del sector energético no tiene parada. Ese tren ya ha salido. Pero eso no implica que el petróleo vaya a desaparecer, no importa cuántos Teslas u otros carros eléctricos se vendan: el 25% del petróleo que se produce actualmente va para la industria petroquímica», dice.
«Ya las compañías están regresando a la Cuenca Pérmica y eso es una señal de que ven un futuro allí al menos en los próximos 10 a 30 años», señala.