Julio César Chávez en el Azteca, el recinto entregado a sus pies; a 30 años del mito

Julio César Chávez en el Azteca, el recinto entregado a sus pies; a 30 años del mito

Julio César Chávez fue capaz de meter a 132 mil 274 personas para conseguir un triunfo inolvidable

Momento en que el poderoso golpe de gancho hace efecto en el cuerpo de Greg Haugen. Esa noche pasó al Record Guinness para una pelea de box por los 132 mil 274 asistentes en el Estadio Azteca. Foto: Archivo Excélsior

Momento en que el poderoso golpe de gancho hace efecto en el cuerpo de Greg Haugen. Esa noche pasó al Record Guinness para una pelea de box por los 132 mil 274 asistentes en el Estadio Azteca. Foto: Archivo Excélsior

Era tal la adrenalina de esa noche, que Julio César Chávez no necesitó del banco en la esquina para descansar tras golpear por más de cinco rounds a Greg Haugen.

Escuchó de pronto un estruendo cuando el réferi Joe Cortez abrazó a su rival para detener la pelea. Aquello no era el estadio Azteca, sino una boca de dragón expeliendo un vaho caliente. Chávez entró de pie a la mitología del boxeo mexicano, era un fijo en la élite, un hombre capaz de convocar a 132 mil 274 personas en un estadio de futbol reconvertido en un recinto entregado a sus pies. Hoy, hace 30 años de eso.

No quería pelear en el Azteca, me intimidaba”, rememoró Julio César Chávez a Excélsior cuando cumplió 50 años en 2012, “pero al final fue lo mejor que me pasó en la carrera del boxeo. Recuerdo que estaba impactado por la cantidad de gente. Cuando iba al ring llevaba a mi hijo Julito y de pronto lo perdí de vista. Antes de subir estaba preocupado porque gritaba, ‘mi hijo, ¿dónde está el niño?, era tanto el ajetreo que tardé casi diez minutos en llegar al cuadrilatero”.

Al día siguiente de ese espectacular nocaut sobre Haugen, “al que le tenía mucho coraje porque insultó a México y dijo que yo sólo le había ganado a puro taxista de Tijuana”, Chávez regresó a Sonora para descansar con 85 triunfos en su expediente profesional sin una sola derrota.

Estaba engentado, en todos lados había personas, ni al vestidor podía llegar”.

Su hijo Omar, de tres años en ese momento, le preguntó por qué tenía sangre en la nariz y el campeón le respondió que mejor le hablaran a su mamá por teléfono para avisarle que había ganado.

Esa vez terminé hinchado de los puños. Prometí que le ganaría en seis  rounds y lo cumplí. Agradezco mucho lo que me dio México en el Estadio Azteca”, declaró Chávez.

Al acabar la pelea esperó la llamada presidencial de Carlos Salinas de Gortari. Todo México estuvo a sus pies.

 

UN VOLADO QUE DECIDIÓ LA HISTORIA

Nadie se resistía al ritmo dominador de Julio César Chávez en el boxeo, pero faltaba algo mayúsculo, que fuera monumental.

Fue un plan que se tenía contemplado, pero se veía como un sueño. La popularidad de Chávez fue creciendo y cuando le ganó al Macho Camacho se convirtió en el ídolo más importante del deporte mexicano. Fue ahí cuando se volvió factible que peleara en el Azteca”, recuerda Mauricio Sulaimán, presidente del CMB. Cuatro meses antes de colapsar al Azteca, Julio César Chávez peleó en Culiacán, ante Tommy Small en el estadio de beisbol General Ángel Flores. “Don King viajó a México para negociar con Televisa y tras una sesión de diez horas, mi papá (José Sulaimán) les sugirió a ambas partes tirar un volado para definir quién se quedaba con los 100 mil dólares que no permitían firmar el contrato. Accedieron y Emilio Diez Barroso le ganó el volado a Don King”, recuerda Mauricio Sulaimán.

-Carlos Barrón

LA SANGRE DE HAUGEN FUE EL SACRIFICIO

A Greg Haugen le dijeron que habría unas 120 mil personas en la pelea. Desde ahí se puso nervioso.

Había calentado tanto el pleito que Julio César Chávez sintió un coraje tremendo contra él, “era muy bocón, fue de los que más me cayeron gordos, la verdad, por tanto que dijo antes de pelear”, recuerda Chávez.

Haugen sabía que tendría la animadversión de todo México, por ende contrató seguridad privada, aunque asegura que en el camino previo encontró a mexicanos que le motivaron a ganarle a Chávez. “No tengo nada contra los mexicanos, yo mismo soy mitad indio, si alguien es racista es Don King”, dijo en febrero de 1993 el peleador estadunidense quien confesó que simplemente, Chávez le caía mal. Luego de recibir el peso del estadio Azteca, transformado en 132 mil 274 gargantas que gritaban parejas “mátalo, mátalo”, Greg Haugen sintió un remanso cuando entró al vestidor. El problema fue que, al orinar para la prueba de dopaje, lo hizo con sangre. Como si se tratara de un ritual, su sangre había calmado la ira del público.

Los doctores le recomendaron revisarse de nueva cuenta apenas regresara a Estados Unidos. “Me molestó la rechifla, porque ni conocían mi trayectoria, me impresionó ese estadio, no creí que se llenara”, dijo Haugen.

-Carlos Barrón

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